No ha pasado ni una década, desde la última vez que cante con mis compañeros del colegio canciones como por ejemplo: “Una dola, tela catola, quila quileta, estaba la reina en su gabinete, vino gil, apago el candil, candil candilón cuenta las veinte que las veinte son”. De esta canción tengo la imagen de la comba y saltando una, dos, tres o cuatro personas a la vez. Luego estaban las canciones que tenían palabras malsonantes y que cuando las cantabas te sentían un poco más mayor por el simple hecho de que habías dicho una palabrota; me estoy refiriendo a la canción de “La cabra”.
Son recuerdos de nuestra infancia, de todas aquellas personas que ahora son tíos, primos, padres, adolescentes, abuelos…. Todos y cada uno de nosotros hemos cantando canciones que han sido transmitidas de generación en generación.
Las canciones populares son como el teléfono escacharrado, la canción original nunca llega igual al final. El hecho de recordar las canciones de cuando éramos niños, me ha hecho pensar en lo rápido que pasa el tiempo, que parece que hace dos días me iba de excursión con el colegio y cantando por todo lo alto todas estas canciones.
El tiempo pasa volado y cada etapa tiene una serie de momentos que van a estar presentes en tu vida. En mi caso, las canciones y los juegos populares han marcado mi infancia. Horas y horas saltando a la comba, jugando al pilla-pilla, a las palmas… Momentos únicos e irrepetibles.
QUE GRAN ETAPA ESA LLAMADA INFANCIA.
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